Sentirse sucio. Pensar en bañarse, pero posponerlo. Prender el agua. Esperar a ser imbuido por ese vapor caliente que nos acoge. Sentarse bajo la ducha, que moja como una lluvia incesante, sobre la cual tenemos poder, pero no voluntad. Cerrar los ojos, y encontrarse en una selva desconocida, con la única esperanza que tenemos, es esperar. Amainar la respiración, tanto o más que los latidos del corazón. Percibir la caída de agua, como un todo, incinerante, y aún así ser capaces de notar cada gota que nos recorre serpenteante y errática, para después encontrarse con sus compañeras.
Imaginar, en lo que pudo haber sido, figurarse en otra realidad, suponer nuestros actos, descubrir más sobre nosotros mismos.Lo que fue y lo que no, sueños, fantasías, fracasos, para más tarde reflexionar, cavilar en el porque, el como, de todo y de nada, y así comprender que no queremos saber, no es necesario, porque la realidad es así, y poco podemos hacer, aceptamos todo como es.Y al llegar al final, nos damos cuenta, como quien se asusta, que todavía no nos lavamos el pelo.
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